Biografía no autorizada

Dear humilde rebelde: me enteré que tienes un nuevo blog y al consultarlo me di cuenta de que no hablas lo suficiente de ti, extraño, porque comúnmente es tu único tema. Para que tus (escasos) lectores sepan desde donde hablas y para facilitarle el trabajo a tus futuros biógrafos, doy algunas referencias tuyas. Atte. El machete de tu funda

Luis Daniel nació en Martínez de la Torre, pero creció en distintos lugares impregnados de ruralismo y presencia étnica indígena, de ahí que constantemente se diga “multicultural”, que más bien significa que no tiene a que aferrarse.
A los seis años era un gandallita, se peleaba con todos hasta que uno de diez años llamado Domingo le partió la madre tumbándole un diente de leche. Ahí aprendió a tener miedo. Su hermano presenció todo y no se metió, por ello y otras cosas siempre le reclama que no cumpla con las obligaciones básicas de un hermano mayor: emborracharse juntos, cargas unas morras y liarse a golpes espalda con espalda. A su hermana siempre ha querido hacerla a su forma, pero ella salió muy cabroncita y siguió su propio camino.
A los doce años conoció el amor, si así se le puede llamar, de la mano de Grettell, por quien eliminó su sobrepeso de ocho kilogramos. Creo que no es necesario evidenciar el trauma psicológico presente: un niño de 11 años sujeto a régimen de lechuga, agua y abdominales…
Su paso de Oaxaca a Veracruz no fue sólo un cambio geográfico, lo fue también de posición social: de fresa rural a naco urbano, de hijo del gerente de la superior a Don nadie. En una escuela de pedantes no cabía su pedantés, camaleoninamente se volvió colonizadamente maldito y bufón, llegando al grado de hacer su propia versión de Jackass junto con sus compinches locales.
Tempranamente se dio cuenta de que ser rebeldón atraía a las mujeres, sólo que él lo es con estilo dulzón, nunca dejó de ser “hijo de familia”, lo que no contrasta con si no que complementa su tibia revolucionareidad.
Entró al CIDE, lo dejó. Entró a la UNAM, la dejó. Constantemente lo incitan a pelear, se envalentona con los policías y le saca a los cholos, el se justifica con “solidaridad de clase”, pero más bien es que cree que un policía no le va a dar un balazo en respeto a lo institucional, en contraste con un cholo que inmediatamente sacaría la navaja.
Ha hecho de todo, sus lambiscones lo califican como multifacético, pero se trata sólo de falta de identidad. En principio del ciclo escolar se fue a “realizar un proyecto” en la Costa Chica de Guerrero, este “proyecto” no tiene pies ni cabeza, en cambio constantemente manda fotos con negras sentadas en sus piernas y notas como: “ya me subo a las palmeras”, “fui a la fiesta del Santiago, había mucha cerveza”, saque usted sus propias conclusiones…
Es modesto, la cuál es la peor de las vanidades. Un día puede decir que el mundo es una porquería, que el ser humano morirá enfilado y que nadie sabe amar, al día siguiente dirá que las cosas tienen solución con un trabajo de base, que un revisionismo que tome en cuenta las etnicidades nos daría nuevas perspectivas y que se siente amado; esto depende si le aprietan los calzones o si le quedan cómodos y su mamá los lavó con suavitel.
La última vez que hablé con él me dijo: “he relativizado bastante la moral y soy menos dogmático”, lo cuál traduzco cómo: ando con dos mujeres a la vez, tal vez mataría y por cierto: ya como en mcdonalds y tomo coca cola. Hasta hace dos años, la última vez que lo vi, no sabía diferenciar el amor del gusto por un buen culito.
Hay dos cosas que son sagradas para él (sagradas en serio): la Familia y los Amigos. En ese orden.