PIENSA MAL Y ACERTARÁS O DE CÓMO NOS LAVAN EL COCO

Desde siempre los gobiernos han buscado eufemismos para llamar a las acciones que realizan en detracción de gran parte de la población y beneficio de los grupos de poder,
ejemplos de esto son el PROCEDE, un supuesto programa de regularización de terrenos ejidales que busca despojar a los campesinos de su tierra; el Programa de Abastecimiento Rural, que busca introducir a las comunidades alejadas de las grandes urbes el consumo de productos como el refresco de cola, sopas deshidratadas o sabritas; y el Programa de Seguridad Interna ha militarizado diversas comunidades donde la gente se ha organizado para ejercer el gobierno autónomo o habían hecho reclamos de inclusión y trato igualitario. Los anteriores son en el caso del gobierno mexicano, pero el caso es de lo más común: la “pacificación” en las naciones latinoamericanas que no han significado otra cosa que el exterminio de los grupos disidentes.
Dentro de esta lógica las empresas transnacionales han llamado de formas similares a sus proyectos intentando hacerse de un prestigio que las pone como socialmente responsables, así Televisa creó el Teletón, un medio para aparecer como filantrópica ante la sociedad mientras evade impuestos con los donativos de los mexicanos, hace gastos excesivos, presta servicios dando preferencia a sus empleados y erige centros de rehabilitación sumamente costosos, cuando con una mejor planeación se pudiera llegar a más personas. Paralelamente las empresas que participan otorgando “donativos” (el redondeo, los productos que ofrecen aportar un porcentaje a la “lucha contra el cáncer”) llevan a cabo la misma estrategia.
La sociedad se la cree por completo. Cuando un gobierno genocida e imperialista crea un programa llamado “Alianza para el progreso” y algunas voces disidentes (entre ellas la del Ché) salen a decir que lo que se busca es crear dependencia y deshacerse de vieja maquinaria, todos se van por confiar en Washington. Pero cuando un movimiento recupera reclamos que tienen quinientos años que le dan legitimidad y se levanta en armas para defender su derecho al autogobierno (lease EZLN), entonces si nadie cree, porque “dicen que hay uranio enriquecido en el subsuelo de Chiapas”, o “uno no sabe de dónde sacan dinero para comprar armas, ni modo que se organicen, si son indios y pobres”. Cuando desde el gobierno se dice que “se privilegia el diálogo” pero se busca dar albazo legislativo a la reforma propuesta desde los pinos, la gente se lo cree y de paso lo de “los que tienen secuestrado el congreso por que no quieren discutir”.
Pero lo más indignante de todo, son los que se han creído esta gran mentira: “los cuatro estudiantes muertos en Ecuador por fuerzas colombianas eran narcotraficantes y terroristas”, no se justifica pero se entiende cuando lo dice un gobierno coludido con el narco, fascista y que desde hace mucho tiempo es la mano derecha de Washington en América Latina. Pero cuando lo dice un ciudadano común, viene de la lógica “el león cree que todos son de su condición”, porque no se explican que un estudiante quiera arriesgar su vida por que la gente pueda conocer desde otra perspectiva a un movimiento opositor al régimen que ha sido estigmatizado por todos los medios posibles. No se cree que hoy en día alguien quiera y haga algo por los demás, por que creemos que debemos lucrar con todas nuestras acciones.
Los compañeros que fueron asesinados en Ecuador murieron en el cumplimiento de lo que juzgaban su deber, en la lucha por un mundo mejor. Merecen, cuando menos, un trato igualitario de los medios de comunicación y un reclamo de parte del gobierno mexicano por los actos genocidas del gobierno colombiano.